Va Ligera

meditacion

Va ligera, sus pies descalzos pisan el rocío que recién despierta al nuevo día rociándola de humedad y frescura. Es su rincón secreto, abedules, sauces llorones y un sin fin de flores de variados colores que dejan en el ambiente un suave coro de aromas se bañan con la luz de la mañana. Todo brilla, todo en calma salvo el trinar alegre de los pájaros, el silbar de la brisa suave y el secreto toqueteo de las ramas y las hojas. Ella camina, un vaporoso traje blanco le hace destacar entre el paisaje, y hace de ella un foco de luz que dibuja múltiples escenas. Sus rizos negros, largos, la tez morena, los ojos miel, y una sonrisa plácida dedicada a la sinfonía natural dan el toque final a la escena. Ella sonríe, pero su alma está inquieta, triste. Es su rincón retiro. Su rincón de paz. Allí, en algún momento se producirá el encuentro con el Maestro. Se dirige a la mesa de mármol plantada en medio del jardín. Y se acuesta. El movimiento del sol hace caer poco a poco la luz sobre su cuerpo, la energía la inunda, la iluminación se acerca. Respira hondo, la fuerza va escapando de sus brazos y piernas, su cuerpo cae pesado en un letargo profundo, casi levita… Los minutos pasan y ese estado se hace más y más hondo. La respiración, imperceptible, la conciencia en calma. No hay ideas, no hay sentimientos, sólo paz. Sólo el trinar de pajaros diminutos en una danza cercana a las mariposas rompen la nada. Paz, mucha paz. Calma en el alma, calma en el corazón. Una revelación presiente. Algo que la sacará de su larga melancolía. La imagen del Maestro y su larga barba junto a ella completan el cuadro. Extiende sus manos encima, el sol las traspasa y una luz roja se observa salir de ellas y se posa sobre su cuerpo. Cosas empiezan a pasar. Hay dolor a su alrededor, hay dolor dentro de ella. A un lado del jardín está el que sufre. “Perdón” le dice ella y su corazón se aflige, gemidos quedos brotan del pecho. Sus ojos cerrados se humedecen. Una lágrima brota y calienta el rostro. Pronto ya, llora con sufrimiento verdadero. De un amor puro, de un amor limpio germina una dulce compasión. Al otro lado está el que ama. En sueños le ve, sus ojos se posan en los suyos y el tiempo se hace infinito. El corazón se acelera ante su visión, del vientre una fuerza surge e invade potente cada una de sus células. La fuerza se convierte en suave éxtasis de amor que hace vibrar todos los rincones de su cuerpo. Sus manos se tocan y esa energía circula a gran velocidad entre ellos. Los labios se acercan, verlos acelera su respiración y sus sentidos, se rozan y en una danza juguetona cada vez se adentran más uno en el otro. Se sienten, saborean, escuchan, ¡ah, el sonido de los besos! Ahora abre los ojos, de nuevo mirada en la mirada. El se marcha. Nuevas gestas le esperan. Nuevas aventuras y cometidos. Debe despedirse. Debe dejarle libre. Llora, triste, sola. Bajo la mirada dulce del Maestro, una revelación le llega. “Si amas algo, déjalo libre, no te pertenece”. Un rayo cae en su cabeza ante la inmensidad de esa nada… Poco después una súbita sensación, como si el pecho se expandiera, como si el universo pudiera entrar en su corazón creando una extraña dimensión en el que las distancias, el espacio no tienen sentido. Ella ama, desea que cumpla su misión. Desea que siga siendo ese ser por el que su corazón palpita. Lo acepta. Una rosa intensamente roja ve instalarse en su corazón y una paz grande y generosa se apodera de su cuerpo. Ahora sí, ya, ama. Ama con todas sus consecuencias. Vuelve a la horizontal forma, una sensación de gratitud la invade. Bajo el sol que ahora más caliente se posa sobre ella dice “Gracias”, pero el Maestro ya no está. Está ella con su experiencia, está ella con esa paz que ahora comprende en su corazón. Por fin siente que ama.@EudelCastillo .

Deja un comentario